Al enfrentarme a la crítica de Ad Astra mi único pensamiento es el de centrarme en mi objetivo, completar la misión que se me ha encomendado sin dejarme llevar por el miedo, la presión u otros asuntos irrelevantes.
El cineasta norteamericano James Gray (Two Lovers, Z. La ciudad perdida y La noche es nuestra) nos trae su propia película de ciencia ficción espacial enfocándose en una trama personal e intimista. Para llevarla a cabo a contado con la inestimable presencia del actor y productor de la cinta Brad Pitt, el cual es el personaje con el que deberemos conseguir una complicidad y empatía suficientes si es que queremos sobrevivir al increíble viaje al que es enviado.
Estamos en un futuro, no muy lejano, en que el ser humano ya ha colonizado la Luna y Marte y se encuentra en plena expansión por los planetas del Sistema Solar. En una misión a Neptuno, Clifford McBride (Tommy Lee Jones), desaparece durante casi tres décadas sin dejar prueba alguna de seguir con vida. Su hijo, Roy McBride (Brad Pitt), es ahora un reputado ingeniero espacial que tiene en su padre la imagen en la que ha forjado su vida, tanto personal como profesional. Tiene un sentido estricto de su trabajo, siempre enfocado en realizar las tareas que se le encomiendan de manera solvente y sin dejar que sus emociones afloren, no permite que los demás vean signo de debilidad en él.
Pero esta personalidad exterior se verá puesta a prueba cuando descubra que su padre podría seguir vivo y que sus acciones en Neptuno estarían poniendo en peligro al planeta Tierra. Roy deberá viajar hasta Marte y enviarle un mensaje para que la organización encargada de las misiones pueda descubrir su localización y resolver el problema.
A partir de aquí, Ad Astra nos propone acompañar al personaje de Roy en una especie de diario de viaje íntimo, donde una voz en off con las reflexiones del protagonista se intercalarán con su interacción personal con las personas que le llevan al destino de su misión.
Las escenas de acción… sí, la película tiene más acción de la que parece. Brad Pitt se mueve entre la tensión contemplativa y los momentos de viaje de un planeta a otro, de estación espacial a nave, etc; y durante el desarrollo ocurren ciertas escenas de acción que rompen los pensamientos del protagonista. Y cuando decimos “rompen” queremos decir que están ahí para darle al espectador un golpe de efecto. A pesar de la espectacularidad de algunas de ellas (el comienzo es verdaderamente fantástico), la mayoría se notan impostadas en el desarrollo de la historia.
Todas las pequeñas subtramas y personajes secundarios están impuestos solo para darle una razón al protagonista para desarrollar sus pensamientos sobre la humanidad, la sociedad y las relaciones entre las personas. Pero sobre todo se sustentan en la relación y recuerdos con su padre antes de separarse.
Brad Pitt realiza una buena interpretación de un hombre inteligente, responsable, profesional… pero también frío, muy frío. Tal es el grado de separación del personaje con todo lo que le rodea que la mayoría del tiempo parece estar en su propio mundo, observando a los demás y actuando solo cuando es necesario para su propia supervivencia o para conseguir su propósito. Esto puede provocar un efecto de desapego para el espectador.
Si tuviéramos que comparar este papel con alguna de las interpretaciones anteriores de Pitt saldría rápidamente a la palestra el nombre de Benjamin Button. Un hombre que no solo parece tener problemas para relacionarse con los demás y demostrar algún atisbo de emoción, sino que parece invencible aun poniéndole delante la peor de las situaciones de supervivencia.
Porque si la parte introspectiva del personaje es bastante típica y ya vista en otro tipo de géneros, es la parte de ciencia ficción la que introduce el componente diferenciador para seguir la aventura. El problema llega cuando esa parte fantástica es, en muchos momentos, incoherente o criticable científicamente. En Ad Astra veremos escenas de ciencia ficción ciertamente cuestionables, que pueden dejarse pasar en una película del género menos ambiciosa o que se tome a ella misma menos en serio y no con ciertos aires de querer trascender.
Ciertamente la parte final de la película ofrece lo que se espera según lo que hemos visto durante el viaje y acaba dando un buen cierre a la historia de Roy, completando el círculo comenzado.
En el aspecto puramente cinematográfico poco se le puede criticar a Grey. La factura de la película es impecable, potente visualmente, con una imagen oscura con tono sucio y cierto halo de ensoñación. Hay planos en el espacio preciosos y algunos momentos en ciertas estancias donde se juega con el color rojo y la oscuridad que podrían recordar mucho a 2001: Odisea en el espacio, no se pueden negar las referencias a la película de Kubrick. Hoyte van Hoytema vuelve a mostrar su calidad en la fotografía de la película.
En una época donde cada director quiere hacer su película espacial trascendental hay que pedir algo más que unas impecables imágenes, planos detallados o grandes escenas de acción. La historia de Ad Astra es intimista y humana sí, pero sus reflexiones no van más allá de los típicos traumas paterno-filiales.
Ahora que termino esta crítica debo hacerme a la luz de mis vivencias escribiendo estas líneas y centrarme en lo que es de verdad importante en mi vida, mi pensamiento final es que hay que abrir los ojos y ver lo que tienes delante de ti.
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